miércoles, 3 de junio de 2020

Una profesión desvalorada

He tenido un buen referente y 16 años a cuestas en el rubro para poder decir con convicción y un dejo de tristeza y decepción: Lo mal mirados y reconocidos que son los profesionales de la educación en Chile.
"Los sistemas de selección universitaria y la desigualdad salarial con respecto a otras funciones, han desacreditado el peso de una de las profesiones más importantes del mundo".
El recorrido me ha permitido descubrir a muy buenos profesionales, muchos de ellos dignos de reconocimiento, otros ocultos bajo el lecho de la sombra, quienes bajo subrepticio, transforman caminos y cosechan frutos. En uno de mis andares he comprendido la complejidad de trabajar con alumnos de alta vulneración socioeconómica, descubriendo almas sedientas de superación y familias que luchan por un porvenir distinto y un futuro prometedor depositando todas sus esperanzas en las manos de un educador.
La cesta tiene distintas piezas, encontrando aquellos que abusan de la permisividad del sistema público y dónde el esfuerzo profesional sólo se limita a una entrega precaria y deficiente...de aquellos hay y muchos, pero también existen y en su mayoría innunerables profesionales que luchan, se dedican e invierten tiempo en construir mecanismos de superación en aquellos que no han sido provistos de buena fortuna. He tropezado con el desencanto, la sorpresa, la decepción y la esperanza y a pesar de aquello, sostengo la creencia de que los profesores son los verdaderos gestores de cambio en la vida de las personas.
Hoy nos encontramos viviendo una de las mayores crisis sanitarias y económicas. La que ha tocado en distintas escalas no sólo a nuestro país, sino al mundo entero.El avance y nuestra cotidianidad se ha truncado por las innumerables restricciones que esto ha conllevado. La situación no es simple, y no sólo en su envergadura clínica, financiera y social, sino en el que es el soporte estructural más importante de nuestro funcionamiento: La salud mental.
Sostenidos bajo la permanente incredulidad, desazón y la nostalgia del distanciamiento, somos víctimas del eslabón de la fragilidad, que un día sostiene nuestros pies firmes y otro desmorona nuestra corporalidad. Esta sociedad nos ha convertido en seres preocupados de lo exiguo, más no del bienestar ajeno.
Los docentes cobran un valor diferente bajo este nuevo escenario. Una dedicación que amerita un esfuerzo extraordinario, sutileza, organización y la convicción de querer avanzar a pesar de todas las dificultades. "Sin embargo, esta nueva rigidez cotidiana, ha olvidado a quienes están detrás de esta importante labor"
No importando el sistema escolar, hemos postergado el punto más importante de todos: proteger, valorar y cuidar de nuestros maestros. Detrás de cada clase, cada palabra, cada pizarra, hay un esfuerzo por construir aprendizaje y edificar un futuro. Cuidemos de aquel que complementa la formación de una familia, valoremos su labor, sus manos manchadas por tintes, pegamentos y confites, su mirada cansada por las pantallas digitales, sus desvelos en búsqueda nuevas ideas y su convicción permanente de entregar algo más que “simple aprendizaje”. Valoremos y dignifiquemos la profesión más importante del mundo.
"Los docentes no son títeres, esclavos del sistema, ni herramientas subordinados por la exigencia de un conducto que a priori puede carecer de errores".
Aquel que eligió la docencia, ha desarrollado empatía, resiliencia, coraje, sensibilidad y el compromiso por ser responsables de la construcción de un futuro.

La balanza

A 400 días del inicio de la pandemia en Chile, la situación país está cada vez peor, realidad que se hace notar con más fuerza en algunas l...